miércoles, 11 de noviembre de 2009

RELIGION Y POLITICA EN COLOMBIA



PRESNTADO POR:
TOMAS JIMENEZ
JUAN GUILLERMO ORBEGOZO
CRISTIAN BARBOSA
OSCAR ROJAS



LICEO HERMANO MIGUEL DE LA SALLE





BOGOTA D.C.
NOVIEMBRE DE 2009


Pregunta de Investigación

¿La religión influye en la política en nuestro país?

Objetivos
• Identificar si la religión actúa como influente en las decisiones políticas de nuestro país
• Identificar en que ramas de la política actúa la religión y como
• Identificar la religión como obstáculo o ayuda en cuanto a la política



















Introducción

Colombia, nuestra patria es un país netamente religioso en su cultura, ya que la constitución de 1991 declara la libertad de culto y la igualdad de todas las creencias ante la ley, Y NO DECLARA OFICIAL NINGUNA RELIGION.





















Justificación

La razón por la cual este proyecto se lleva a cabo es gracias a la incógnita que se maneja acerca de la incursión de la religión en las decisiones políticas de nuestro país.
La idea es saber si de verdad la religión afecta políticamente a Colombia?, como lo hace?, y por medio de qué?.
Para nuestro grupo es interesante saber esto, además creemos que si la religión influye en nuestra política, nuestro país tomaría decisiones con visiones cristianas, ya que su religión predominante es el cristianismo, entonces de algún modo podría afectar opiniones y crear discusiones.
Además tenemos pensado saber si es o no es necesario que la religión incursione en decisiones políticas y respondernos varias incógnitas que nosotros como grupo tenemos en mente.
La religión y la política en nuestra patria, es la razón por la cual realizamos este proyecto















Marco Teórico

¿UNA INVASORA DE LA POLITICA?

El enlazamiento político de la iglesia católica en Colombia está tejido a su historia. Fue protuberante en la Colonia con la institución del Patronato, que le permitió al Rey administrar el culto en estas tierras y se ha mantenido sólido en la República bajo un bipartidismo atado a lo religioso, una política educativa confesional y un gobierno casi autárquico de los llamados ?territorios de misiones?. Recientes declaraciones y actuaciones de sus mayores representantes reafirman este papel.
Desde su nacimiento como República, la política colombiana ha estado marcada por la religión. Se ha demostrado que el único elemento estable en la disputa bipartidista ha sido precisamente la llamada ?cuestión religiosa? . Sea en el diseño, sea en la crítica, sea en la ejecución de políticas públicas, la iglesia católica participa en estas causas que eufemísticamente llama ?profanas?. La Iglesia diseña y lo público Indagado el Vicepresidente de la República sobre las razones que le movieron a la apertura de un debate que creó fisuras dentro de la cúpula gubernamental respecto de los mecanismos para la entrega de los paramilitares, respondió que, entre otras cosas, con motivo de un diálogo extenso que había tenido con un sacerdote. Horas antes, ese funcionario había propuesto que a cambio de una política de confesión y sanción carcelaria para esos grupos se creara un ?tribunal de reconciliación?, dos de cuyos cinco miembros fueran seleccionados entre el clero católico. El caso es sólo uno entre muchos. El sacerdote Darío Echeverry es miembro de la institución católica denominada ?Comisión Nacional de Conciliación?, conociéndose en el alto gobierno que ?su trabajo de campo (entre la insurgencia) y sus... informes son vitales para que los miembros... del propio Gobierno sepan a qué atenerse?. Asimismo, es de conocimiento nacional e internacional que la Iglesia es mediadora oficial entre el Ejecutivo y las Farc, pero también que ejerce estos poderes mediando con el Eln y los grupos paramilitares. Para otra muestra, Alberto Giraldo, ex presidente del alto mando episcopal, recuerda que ?con el comandante Alonso (miembro del reinsertado M-19 por los años 80) hicimos una íntima amistad, hasta el punto de irles a celebrar misa y a hablar con ellos muchas veces (sic)?. Confirmando lo anterior, en 2003, el Alto Comisionado para la Paz precisaba que ?con las Farc... y el Eln tenemos comunicación a través de la iglesia católica. Por su parte, ?Raúl Reyes? líder farquiano, ha dicho que ?la buena voluntad de la Iglesia y? de las Farc producirá (sic) tarde o temprano un acuerdo (de paz en Colombia), añadiendo que ?con? la Iglesia? estamos dispuestos a reunirnos cuantas veces sea necesario?7. Obsérvese de qué manera el insurgente confirma el papel programático eclesial en el proceso, a la vez que excluye de plano toda posibilidad de que el aparato político del Estado pueda influir más que la Iglesia en el avance de las negociaciones políticas para terminar la guerra interna; el fenómeno se explica dada la extracción campesina y clasemedista de la insurgencia de izquierda, toda ella escolarizada por el aparato católico rural o urbano. Útil juego entre ?lo sagrado? y ?lo profano? Ha sido táctico en este proceso, no sólo en Colombia, que cuando a la Iglesia se le piden cuentas políticas evada hacerlo porque actúa ?protegiendo lo sagrado?, y asimismo que cuando utiliza lo sagrado para hacer política argumente que lo hace en defensa de una especie de ?proyección humanista católica en la suerte de los pueblos?. En esta forma, al tiempo que su ?brazo armado? hace de mediador, informante, tramitador de secuestros, negociador y confesor de los legales y los ilegales, su ?brazo político? ocupa espacios diversos para actuar dentro de los poderes del Estado, por ejemplo, denunciando como ?persecución religiosa? que la guerra cobre víctimas entre los suyos, ignorando culposamente que ella es uno de sus actores fundamentales. En efecto, mediante su táctica sociopolítica la Iglesia ejerce al tiempo como animadora doctrinaria del Ejército y la Policía (mediante un Obispado Castrense que cubre todas las Brigadas), de las Farc y del Eln (mediante acciones de adoctrinamiento, prácticas rituales y mediación que los propios insurgentes exigen), y de las autodefensas civiles (sirviendo en particular su Obispo de Montería como ?conductor espiritual?). ¿Querrían los purpurados, entonces, seguir ejerciendo política en medio de la guerra a condición de que ésta no cobrara entre los suyos ninguna víctima y sólo entre obreros, campesinos y estudiantes? Acertó por tanto Gutiérrez en 2002 cuando escribió que la ?unidad Gobierno-Iglesia... se concreta... en que la combinación militares-religión? proyecta una visión clara de lo que se puede estar preparando por estos días en Colombia: una guerra santa de la cual el primer cruzado sería el presidente Uribe..., cumpliendo con la función de ?los caballeros de Cristo??. El brazo político eclesial opera bajo las formas de la Comisión Episcopal para la Vida, la Justicia y la Paz, la Misión de Reconciliación, una Comisión Nacional de Conciliación, el Programa Pastoral Social y su matriz, la Conferencia Episcopal Colombiana. Este aparato ejecuta una estrategia denominada ?Pastoral de Paz?, aprobada por el Vaticano e identificada por algunos estudiosos como una reacción eclesial a la derrota política que le significó perder el monopolio confesional que regía en Colombia hasta la Constitución de 1991. Dados los resultados que aquí documentamos, bien se puede inferir que la Iglesia habría utilizado la agudización del conflicto como excelente oportunidad de recuperar el terreno perdido a costa de su tradicional influencia sociopolítica. El autor citado precisa que estos argumentos han sido propuestos por la Iglesia, ?de acuerdo con sus intereses particulares que, sin embargo, se esgrimen como intereses generales. En consecuencia ?continúa?, desde ahora, la decisión (eclesial) deberá rondar alrededor de una idea fuerte: reafirmarse como institución, en el entendido de que ella es factor de unidad nacional... Su énfasis visible se hará en el tema de la paz,... alentando la reinserción social de quienes? habían abandonado la convivencia pacífica?. La iglesia avala Una nota del columnista Ramiro Bejarano resulta elocuente demostración de estas hipótesis: ?hoy la Iglesia... se montó en... la cruzada uribista, y cogieron vuelo los sermones gobiernistas... Es una intromisión inadmisible (sic) de la potestad eclesiástica en la jurisdicción civil, como en las épocas de Núñez y Caro, y de la oscurantista y abominable Regeneración? . En efecto, esta mecánica de comienzos del siglo XXI repite con rigor la de finales del siglo XIX y la primera mitad del XX; por entonces, la mal llamada ?hegemonía conservadora? cobró a favor del Vaticano la elección continua de cinco Presidentes de la República bajo la férula del monseñor Herrera; en la misma época, el inefable monseñor Don Ezequiel Moreno (hoy Santo consagrado por Juan Pablo II) llamó desde sus sagrados púlpitos al exterminio de los ?impíos? liberales a manos de los conservadores, hecho que atizó la Guerra de los Mil Días, que cobró más de cien mil muertos. Ahora. La estrategia no es ejercida en la única dirección Iglesia-Estado. El mecano es de tal perfección que los actores civiles del poder político, antaño alumnos de escuelas católicas, son proclives a exigir que la Iglesia haga la política. A diferencia de los enfrentamientos político-eclesiales en Centroamérica o en la Venezuela chavista, las élites colombianas, escolarizadas por la catolicidad, ejercen un patológico protectorado sobre sus antiguos maestros, de modo que éstos siguen ejerciendo su magisterio y diseñando las políticas públicas en asocio de sus alumnos en ejercicio del poder estatal. Este proceso, ejemplo de la profunda ?metástasis católica? actual, lleva a engaño a quienes hablan de una Colombia secularizada sólo porque ahora hay menos curas de sotana caminando las calles, descuidando observar que el éxito de la estrategia católica supone que el ejercicio confesional ya no exige sotana. Es por ello que un día el Presidente Uribe, a la vez miembro adherente del Opus Dei, les ofrece a los obispos en privado una reunión de éstos con la Ministra de Educación, ?para concretar acciones y propuestas? que contribuyan a seguir consolidando el papel eclesial en la educación14. En otra ocasión, Uribe invita a las Farc ?a reunirse (con el Gobierno) de manera inmediata en cualquier iglesia rural o urbana del país? el traslado de cuyos miembros? se adelantará bajo la protección (sic) de la iglesia colombiana?. Y otro día, el Alto Comisionado para la Paz alega que el proyecto de ley ?Paz, Justicia y Reparación? es inconveniente porque bajo sus disposiciones ocurrirá que los paramilitares se vean obligados a denunciar, entre otros, a los obispos que tuvieron por años diverso tipo de relaciones con estos actores de la guerra civil17. ¿Cómo entender esta religión política? ¿Cómo entender que esta ordenada acción política eclesial obedezca en Colombia a una concepción del ejercicio del poder y no a la presunta ?invasión? que arguyen sus críticos atracados en el muelle decimonónico del laicismo? ¿Qué herramientas ofrece la Ciencia Política para confirmar de qué manera es coherente el catolicismo en su mecánica política y, al tiempo, son incoherentes sus críticos laicistas? La disección que hace el neomarxismo francés sobre el concepto ?Estado? permite acercarnos a una respuesta. Buena parte de los politólogos modernos sigue cargando el lastre de las versiones mecanicistas heredadas de los seguidores del Marx joven o de Lenin. Estos mecanicistas conciben el Estado como la mera estructura de la dinámica social o como una herramienta de la revolución que induce a una ?utilización de clase del Estado?; ambas, tipificando relaciones entre el Estado y la sociedad, que aparecen exteriores entre uno y otra, lo que ?nunca ha(n) correspondido a (la) realidad (del Estado burgués)?. Al contrario, la concepción dinámica de Estado expuesta por Poulantzas demuestra que las relaciones sociales de producción desde el modo capitalista expresan la separación y las tensiones que han sufrido los propietarios de la fuerza de trabajo frente a los propietarios de los demás medios de producción, lo que ha configurado tipos de sociedad cuyo aparato estatal no puede estar del lado de unos o de otros agentes sociales en abstracto sino del lado de la resolución de tensiones que produce la interacción de todos sus agentes (o clases sociales), la Iglesia incluida. En esta forma, se puede entender tanto la dinámica de la politicidad eclesial como la inocuidad de la pretensión laicista. La iglesia católica, entre otras, habría entendido y practicado que no hay fracturas profundas dentro del Estado, distintas de las que genera la detentación del poder, razón por la cual ella también es coautora de la foucaultiana ?historia de los triunfadores?. Se fortalece así la afirmación de Gutiérrez en el sentido de que ?sus posiciones conservadores (de la Iglesia), su defensa permanente de la propiedad privada y... de la desigualdad misma, permiten que el establecimiento cuente recurrentemente con su bendición? (id.). De la mano de Poulantzas, vale entender que en este asunto ?el Estado, procurando siempre la hegemonía de clase (en la que está inmersa la Iglesia, detentando poderes económicos, políticos y militares) actúa en el campo de un equilibrio inestable de compromiso(s) entre las clases dominantes y las clases dominadas?, pertenecientes a las primeras el aparato eclesial porque no se entendería ?vinculado a los pobres? un aparato pletórico de riquezas. Siendo demostrable que la iglesia católica es un eje conservador del statu quo favorable a clases dominantes que son las suyas, bajo una concepción dinámica de Estado no se la puede entender como susceptible de ser separada del Estado, pues se encuentra inmersa en sus compromisos de clase; este solo hecho socavaría toda pretensión científico-política entre el laicismo. Es más, como lo corrobora monseñor Henao, de la Pastoral Social, con un brazo político que activa en Colombia ?9 regiones, 75 divisiones eclesiásticas y 3.000 parroquias? (la Iglesia) llega a áreas donde (los otros aparatos del Estado no llegan)?, haciéndose evidente que en ciertas zonas que se dicen abandonadas por el Estado, la Iglesia es el aparato central del Estado. Por ello, resulta inválido el precepto laicista que alimenta los temores ?invasores?, pues asume que el brazo político, económico y militar eclesiales son externalidades materiales o funcionales del Estado, cuando de suyo ejercen como aparatos y subaparatos activos del mismo. De este modo, el caso colombiano contribuye a demostrar que la propuesta laicista, en apariencia moderna, en verdad estaría siendo víctima de concepciones ya superadas en lo relacionado con la dinámica del Estado. El laicismo así concebido acusa vacíos que confirma Poulantzas cuando dice que la concepción que mantiene la distinción entre aparatos represivos y aparatos ideológicos del Estado (la Iglesia, entre ellos) requiere reservas de fondo: es una distinción que sólo puede ser aceptada a título puramente descriptivo e indicativo [...] Es evidente ?sigue Poulantzas? que con semejante concepción del Estado no es posible comprender nada de su acción específica en la constitución de las relaciones de producción?, lo que para nuestro efecto permite entender por qué las pretensiones laicistas pueden terminar sirviendo de idiota útil del ejercicio político eclesial. Algunas preguntas Sánchez plantea que en Colombia las guerras civiles del XIX ?no socavaron los cimientos de la llamada ?república señorial?, a saber, la Hacienda, la Iglesia y los Partidos?. Por contraste, el balance de la violencia política entrando el siglo XXI confirma que la Hacienda se ha difuminado en un semifeudalismo agroindustrial; que los Partidos se han fracturado y que la Iglesia política es la única institución que pervive con fortaleza. Por tanto, ¿qué tipo de responsabilidad le compete históricamente a esta Iglesia política en la construcción de Estado, de Nación y de Sociedad en Colombia? En otras palabras, ¿qué responsabilidad tiene ella en el diseño del concepto de lo político colombiano, imbricado en el ejercicio violento de la política, como la única actriz que sobrevive a nuestra historia guerrera? Si la guerra en Colombia, al decir de Sánchez, no es definida en términos (políticos) de oposición, contradicción o antagonismo sino de persecución y de diáspora? (ob. cit., Nº III), ¿qué tanto de esta despolitización le cabe como responsabilidad al ente eclesial? Dado que el terrorismo en Colombia ha tenido desde antaño ?estrategia,... agentes,... organizaciones,... rituales,... instrumentos... y cronología? (Sánchez, id.), ¿sería razonable poner en duda la hipótesis que tiende a explicar que sólo las manifestaciones actuales de violencia son ?terroristas?, pues, al contrario, ha sido terrorista la tradición guerrera civil colombiana ejercida por actores que hoy aparecen como víctimas pero que ayer fueron victimarios? Al final, no se puede soslayar la reflexión del citado historiador cuando propone recordar que la violencia política colombiana ?sucede en el país que (se reclama) como el más católico del mundo, así se (trate de) un catolicismo fanático... La cruzada (no ha sido), por lo tanto, incompatible con la salvación eterna?.
En el anterior articulo esta el sustento de nuestro trabajo, un artículo creado por un escritor y columnista BERNARDO COGOTE, donde menciona todas y cada una de las incursiones de la iglesia en la política colombiana, de qué manera y bajo que conceptos.
Fuente principal y sustento de nuestra investigación.







Problema
Nuestro grupo ve como un problema la alta incursión que tiene la iglesia en las decisiones y opiniones políticas de Colombia, por las siguientes razones:
1. Si la iglesia cristiana es un 93% predominante, de algún modo las decisiones pueden tomar una visión cristiana y por tanto crear conflicto con el 7% restante de opiniones y religiones diferentes en nuestro país.
2. Que la iglesia pueden formar un obstáculo para decisiones de pronto muy importantes para la economía o la política de Colombia.
3. Que la iglesia impida y obstaculice la labor de algunos funcionarios del estado elegidos por voto popular.
4. Que la iglesia cree conflictos sociales a causas de una desautorización o una crítica a un funcionario social de nuestro país.


Posibles Soluciones
Con el pensamiento de nuestro grupo, estamos de acuerdo en que la iglesia debería tomar las siguientes determinaciones para solucionar aunque:
1. Que la religión o la iglesia tome campo en la política, pero teniendo un enfoque más educativo como se ha llevado y de resolución de problemas sociales, y no tanto de problemas económicos o de relaciones exteriores de nuestro país.
2. Que la religión tenga una aceptación por las decisiones de los funcionarios elegidos
3. Que las visiones de las decisiones políticas no se enfoque simplemente en lo cristiano y tenga en cuenta una democracia religiosa.

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